Hombre solo en blanco y negro, mirada melancólica representando la soledad emocional profunda

Nadie entiende esta soledad: cuando el dolor no encuentra testigos

Hay días en los que uno no quiere compañía, pero sí testigo. No palabras, ni consejos, ni abrazos de espuma. Solo alguien que mire sin escapar. Pero lo cierto es que hay una forma de soledad emocional que ni siquiera se puede compartir, porque duele en un idioma que nadie más habla.

Es la soledad de los que aguantan, de los que han aprendido a no molestar, de los que se visten de funcionales mientras por dentro se desploman en silencio. No es dramatismo, es defensa. No es falta de amor, es exceso de experiencias donde el amor no bastó. A veces uno piensa que si contara lo que siente, no lo creerían. O peor: lo minimizarían con frases recicladas de redes sociales.

Así que mejor calla. Pero el cuerpo recuerda. Y la tristeza también tiene huesos, aunque no aparezca en las radiografías. Lo jodido de este tipo de soledad psicológica es que ni siquiera se nota desde afuera. Y entonces llega la sospecha: ¿seré invisible, o solo insoportable para el mundo? Pero no estás solo por débil. Estás solo porque no has encontrado aún a quien no huya de la versión real de ti.

No se trata de que alguien te entienda por completo, eso es fantasía, sino de que alguien escuche sin necesidad de entenderlo todo. Y si hoy no hay nadie ahí, si tu habitación es un eco y tu celular un desierto, al menos escribe. Porque si el mundo no te da testigo, entonces sé tu propio testimonio. No para salvarte… sino para no olvidarte.

Cuando hablar ya no es opción, pero callar duele igual.

Nadie entiende esta soledad, no como tú la vives, no como a ti te duele. Y eso puede hacer que todo lo demás se sienta falso. Pero tal vez no se trata de que alguien la entienda por completo, sino de que no huyan de ella. Si quieres un espacio donde no tengas que explicarte, donde la mirada no pese, agenda una sesión y platiquemos desde ahí, desde donde casi nunca se habla.

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